Cuando utilizamos el término sombra, las primeras imágenes que vienen a nuestra mente tienen un componente negativo.  Sus asociaciones siempre están relacionadas con noche, oscuridad, clandestinidad, turbiedad, ocultación o incluso con secreto.  Todos estos conceptos apuntan, de una forma u otra, a la falta de luz o claridad.

Si bien es cierto que cualquier sombra es el resultado menos claro o poco brillante de un cuerpo, también es cierto que nunca se produce sombra si no existe una fuente de luz que la provoque.

Podría concluirse que para que exista sombra tiene que existir luz, y que luz y sombra son las dos caras de una misma moneda.